Las tierras bajas del Paraná se caracterizan por su diversidad ambiental y por la variedad de especies animales y vegetales. Es un complejo sistema de brazos, lagunas y bañados que se encuentra sometido a la dinámica fluvial de bajantes y crecientes del río que desde la antigüedad incidió en la vida de las comunidades que lo habitaron. Dentro de este espacio geográfico se conservan sitios arqueológicos que contienen testimonios materiales de la vida de las sociedades que poblaron esta región durante más de 1.500 años, desde el comienzo de la era cristiana hasta el periodo Colonial temprano.
Estos pueblos eran los descendientes de otros grupos de hombres y mujeres que desde hace más de 10.000 años hablan comenzado a poblar el sector Este de Sudamérica bajando por la cuenca amazónica y las tierras bajas del Brasil hasta la cuenca del río de La Plata. Estas rutas junto con los cordones norandinos de Colombia y las tierras áridas de Venezuela, la costa central del Pacífico y los Andes Centrales habrán sido las principales vías que posibilitaron que grupos de cazadores recolectores colonicen. Sudamérica desde el istmo de Panamá hasta la Patagonia.
El río Paraná en sus tramos medios e inferior (desde la confluencia con el río Paraguay hasta el delta) fue el territorio de diferentes pueblos cazadores recolectores y horticultores que se adaptaron a la Vida en los ambientes fluviales.
El arqueólogo Jorge Rodríguez afirma que los grupos que habitaron el Noreste en general, fueron grupos de cazadores-recolectores cuyas estrategias de adaptación se fueron acomodando a las alteraciones climáticas. Los primeros grupos de cazadores-recolectores habrán contado con una cultura material predominantemente latica y más tarde, durante el Holoceno tardío habrán adoptado la cerámica. La horticultura habría comenzado como un complemento de la caza y recolección y se desarrollo en forma tardía, principalmente a partir de la llegada de los pueblos Tupí-Guaraní a esta región.
Si bien se registraron algunas ocupaciones tempranas en el Alto Paraná y en áreas interiores vinculadas a este río, la mayor información arqueológica sobre las poblaciones que vivieron en los ambientes fluviales del Paraná procede del período Holoceno tardío, más precisamente entre el comienzo de la Era Cristiana y el siglo xv, en el momento en que se producen cambios en las condiciones climáticas hacia un régimen de mayor humedad, lo que produce transformaciones en el modo de vida de las sociedades cazadoras recolectaras creando una dependencia cada vez mayor de los ambientes acuáticos continentales en detrimento de los mediterráneos.
Debido a que ninguna de estas sociedades poseía escritura, el conocimiento que se tiene sobre su modo de vida y su historia proviene de diversos estudios arqueológicos realizados en sitios de las provincias de Corrientes, Chaco; Santa Fe, Entre Ríos y Bue- nos Aires, principalmente durante los últimos 30 años.
LOS CAZADORES- RECOLECTORES DEL PARANÁ MEDIO E INFERIOR
Los cazadores-recolectores tenían una economía de base extractiva, es decir que su subsistencia se basaba en la utilización de los recursos animales y vegetales que estaban disponibles en las distintas épocas del año, mediante la caza, la pesca y la recolección. Este tipo de estrategia, implicaba la ocupación de territorios muy extensos en relación al tamaño de la población que debía sustentarse.
La organización social se conformaba por pequeños grupos familiares en la que la banda era la unidad primaria y donde los recursos eran distribuidos de manera igualitaria entre la población.
Estas unidades familiares no vivían en un único lugar durante todo el año sino que se iban trasladando dentro de un amplio territorio donde instalaban diferentes tipos de asentamientos: residenciales (donde vivía todo un grupo o una familia extensa y realizaban las actividades cotidianas tales como cocinar, comer, dormir y fabricar herramientas), temporales (donde se asentaba un grupo o parte de él mientras se trasladaba de un lugar a otro dentro de su territorio) y áreas de actividades específicas (se trataba de determinados lugares aptos para la caza, la pesca, la recolección de vegetales o el aprovisionamiento de materias primas para fabricar instrumentos).
Los sitios residenciales o de actividades múltiples se localizaban en los sectores más elevados del paisaje, aprovechando los sectores más altos que sólo se inundaban en las crecidas extraordinarias. Dentro de un sistema fluvial como el del Paraná, los albardones constituyen uno de los relieves positivos que fueron una de las áreas más recurrentemente ocupadas por los grupos humanos, no sólo por su posición topográfica favorable sino por su cercanía y fácil acceso a los cursos de agua. Uno de estos sitios, son los llamados «Cerritos» donde se asentaban las poblaciones del Paraná inferior y el delta. Se caracterizan por tener una forma circular o elíptica y pueden tener hasta 300 metros de extensión. Según Ceruti, se ubican en los albardones perimetrales de las islas, lo que favorecía las comunicaciones y el control diario del río.
Los sitios residenciales tienen decenas de metros cuadrados y muchos de ellos se extienden por cientos de metros producto de ocupaciones prolongadas y por la superposición de los asentamientos en un área a lo largo de muchos años. En ninguno de ellos se conservan restos de estructuras de viviendas u otro tipo, ya que debido a la carencia de rocas, las mismas se construían con troncos, ramas y arbustos, el mismo tipo de recurso que utilizan los «isleños» en la actualidad.
Los asentamientos temporales se localizaban en sectores cerca- nos a determinados recursos que son aprovechados en distintos momentos del año, por ejemplo la caza de aves o de mamíferos medianos como el coipo (nutria) o grandes como el ciervo de los pantanos.
Pero los asentamientos no se restringían únicamente a la llanura aluvial del Paraná, sino que utilizaban ambientes vecinos, como la llanura chaqueña, la planicie pampeana o tierras altas de las actuales provincias de Entre Ríos y Corrientes, de donde obtenían otro tipo de recursos: por ejemplo, semillas de algarrobo o chañar en el monte chaqueño; guanacos, ñandúes y venados de la región pampeana; areniscas y xilópalo para elaborar instrumentos líticos en las barrancas de la margen izquierda del Paraná; y rocas pro- cedentes de lugares tan lejanos como las sierras cordobesas.
Dentro de la llanura aluvial del Paraná, los recursos más utilizados para el consumo eran las nutrias y otros roedores pequeños, los ciervos de los pantanos, distintas especies de aves, peces y moluscos. Esta variabilidad en el aprovechamiento de recursos tan diferentes, implicó el desarrollo de distintas estrategias y técnicas para adquirirlos y procesarlos. Los instrumentos necesarios para cazar y pescar eran confecciona- dos utilizando huesos (puntas, arpones y anzuelos), cerámica (contenedores, proyectiles y pesas para redes) y rocas (puntas de proyectil, alisadores, morteros y boleadoras).
La dieta se basaba en los recursos más abundantes. Los peces parecen haber sido uno de los recursos principales, con la utilización de redes podían obtenerse fácilmente en los distintos pesqueros; de los mamíferos medianos como el coipo (nutria) o grandes como el ciervo de los pantanos se proveían de carne y grasa para el consumo, así como cuero, huesos y cuernos para la fabricación de artefactos. El carpincho fue un recursos utilizado en algunos sectores del Paraná, pero en gran parte de su tramo medio e inferior no aparece entre los restos de consumo, lo que ha llevado a pensar a los arqueólogos que podría tratarse de un tabú alimenticio.
Los moluscos, como Diplodon y Ampullaria, fueron muy utilizados en el norte de la actual provincia de Santa Fe y en el delta, donde se localizaron sitios con capas de conchales que se utilizaban para el consumo y también para confeccionar ornamentos como cuentas de collar.
La utilización de recursos vegetales es un poco menos conocida porque la evidencia material arqueológica no se conserva por las condiciones ambientales de los humedales. En el delta aparecen frutos carbonizados de la palmera Pindó, pero a lo largo del sistema del Paraná no se han podido recuperar otro tipo de macrorrestos. Actualmente, a partir de estudios de microrrestos vegetales se están comenzando a identificar algunos cultígenos, lo que indicaría que algunos grupos de cazadores recolectores complementaban su dieta con la utilización de frutos y semillas de plantas cultivadas previo a la llegada de Guaraníes a la región.
En el sistema fluvial, la movilidad de estos grupos estaba restringida por los cursos de agua donde se trasladaban en embarcaciones de las cuales se tienen referencias a partir de los cronistas europeos del siglo XVI. Esto posibilitaba la circulación por los distintos ecotonos y el acceso a los distintos puntos del sistema de asentamiento. Esta movilidad y circulación dentro del territorio variaba estacionalmente porque estaba condicionada con los períodos de creciente y bajante de los ríos, lo cual afectaba tanto la disponibilidad de espacios secos para asentarse como la presencia o ausencia de determinados recursos urbanísticos y vegetales.
Estas variaciones eran perfectamente conocidas por los hombres y mujeres que habitaban este tipo de ambientes, quienes de generación en generación transmitían
sus conocimientos sobre la naturaleza y los recursos, con lo que podían llegar planificar y prever en que sectores de su territorio convenía asentarse en cada uno de los momentos del año.
LA ARCILLA: UN RECURSO ABUNDANTE
Los recipientes de cerámica eran fabricados para poder contener y transportar líquidos o sustancias y para cocinar los alimentos. Éstos se elaboraban con arcilla proveniente de la zona, a la que le hacían agregados (como por ejemplo cerámica molida) para darle mayor cohesión a la pieza.
La materia prima, la arcilla, es muy abundante en los ambientes fluviales, También eran abundantes el agua y la leña, los otros dos elementos indispensables para su
fabricación.
Las arcillas se obtenían de fuentes secundarias o sedimentarias. Como lo señala el arqueólogo Fabíán Letieri, el río Paraná arrastra un caudal sólido constituido
por 200 millones de toneladas anuales de sedimento en suspensión, fundamentalmente illitay montmorillonita, arrastrando además entre 5 a 15 millones de toneladas de arena cuarzosa muy fina y menos de uno por ciento de minerales pesados(turmalina, circón, cianita y estaurolita) transportados en ‘fjarrastre. Son arcillas de gran plasticidad por el pequeño tamaño de sus partículas, que es importante para los procesos de modelado a mano comúnmente usados (volumen ahuecado y rollos), muy trabajables pues la presencia de antiplásticos de primera fuente como arena, distintos tipos de rocas y materiales de origen orgánico, dan consistencia a la pasta manteniendo la forma deseada y otorgando resistencia durante el secado y la cocción.
Como lo afirma la ceramista Juliana Frías, los ceramistas dispusieron de una variada, gama de técnicas para realizar sus obras.
Muchas vasijas se levantaron por etapas, combinándose varios métodos de modelado primarios que proporcionan la forma básica de la vasija (ahuecamiento o
superposición de rollos) y secundarios con las que se definieron
los detalles.
Las formas dependían del uso o los usos que se le iba a dar a la
pieza. Éstas eran básicamente simples, abiertas como platos y
cuenco s o cerradas como ollas y cántaros. La cocción de las piezas
se realizaba a baja temperatura en fogones a cielo abierto y no en
hornos cerrados.
A algunas piezas se les realizaban aplicaciones de pintura preparada con pigmentos minerales, pero una de las técnicas de tratamiento superficial más utilizadas era la decoración incisa. Esta técnica consiste en trazar diseños de bordes regulares con instrumentos punzantes como palitos o espinas de pescado cuando
la pasta aún está fresca. Las más características son el surco rítmico, la línea y el punto, formando motivos abstractos y naturalistas.
Algunos grupos que vivían en la llanura aluvial del Paraná se caracterizaban por el modelado de piezas con el agregado de representaciones de figuras
zoomorfas y antropomorfas. Este tipo de piezas son muy características de esta zona y parece haber sido una tradición alfarera muy difundida, ya que se las encuentra también en sitios del río Uruguay.
Si bien existen formas estilizadas, se pueden identificar a la mayoría de las especies animales representadas en los apéndices de los contenedores: aves (principalmente loros y lechuzas), carpinchos, pumas, coipos, lobitos de río, mulitas, ofidios, caracoles, y otros animales de los ambientes fluviales. Aparecen representados en forma recortada en el borde de los contenedores, como apéndices modelados y también huecos, muchos de ellos cumpliendo la función de picos vertedores.
LA ROCA: UN RECURSO ESCASO
A lo largo del río Paraná son escasos los afloramientos de donde aprovisionarse de materias primas líticas para confeccionar instrumentos de piedra. Sin embargo, en muchos sitios encontramos artefactos e instrumentos confeccionados con rocas procedentes de lugares muy distantes.
Esto nos da una idea de la gran movilidad que tenían estos grupos cazadores recolectores cuyos sistemas de asentamientos cubrían cientos de kilómetros» y del valor que adquirieron para los hombres ciertas materias primas para la confección de herramientas,
En los sitios del centro y norte de la provincia aparecen instrumentos confeccionados por la técnica de la talla, como puntas de proyectil, raspadores, raederas y cuchillos, y otros realizados por abrasión y pulido tales como hachas y boleadoras, hechos con materias primas procedentes de las serranías cordobesas como el cuarzo, la cuarcita y otras rocas metamórficas y de afloramientos de la formación ltuzaingó-xilópalo y arenisca- ubicados en la margen izquierda del río Paraná en las tierras altas de Corrientes y Entre Ríos.
Hacia el sur, en el área del Delta, se han encontrado artefactos e instrumentos confeccionados en cuarcita, calcedonia y otras rocas metamórficas materias primas
que procederían de los sistemas serranos de tandilia y ventania, en la actual provincia de Buenos Aires y también de las sierras de Córdoba, lo que nos lleva a pensar que también existían conexiones o algún tipo de vinculo entre poblaciones distantes entre sí, lo
que facilitaría el acceso a estas materias primas exóticas.
TECNOLOGíA ÓSEA
La fabricación de instrumentos con huesos de animales fue una técnica desarrollada también por los cazadores recolectores y se encuentran en muchos de los sitios de la llanura aluvial del Paraná, aún donde también se utilizaron instrumentos confeccionados
con rocas. Pero la eficacia de estos instrumentos para las actividades de caza y pesca, así como la mayor disponibilidad huesos de animales aptos para confeccionarlos hizo que esta tecnología haya sido la más utilizada en los ambientes fluviales.
Los instrumentos se fabricaban con mamíferos, especialmente con huesos y astas de ciervo de los pantanos, pero también el coipo (nutria), el carpincho y aves. Para
la fabricación de estos instrumentos punzantes, se seleccionaban las partes esqueletarias de los animales más aptas, principalmente los huesos largos y se utilizaban distintas estrategias tecnológicas tales como la percusión, el pulido, el endurecimiento por calor y la perforación de acuerdo a la utilizada que se les iba a dar. Con eso se hacían puntas para flechas y lanzas, arpones para pescar; punzones y agujas para coser telas y cueros.
La cabeza en arcilla parece un guacamayo rojo (Ara chloroptera), que hasta los años 50 ocurrió en las barrancas del Paraná. Hay citas de Sanchez labrador, Felix de Azara, Dorizhoffer para la guacamaya del siglo XVIII. Hay alguna datacion de la ceramica?
donde esta esta pieza? Saludos cordiales, Carlos Yamashita